jueves, 24 de septiembre de 2009
lunes, 21 de septiembre de 2009
domingo, 6 de septiembre de 2009
EL DESIERTO DEL CORAZÓN HUMANO
Al presidir esta mañana la Eucaristía en la llamada "Ciudad de los Papas", la localidad italiana de Viterbo en la visita pastoral que realiza, el Papa Benedicto XVI alentó a los fieles a evangelizar el "desierto" del corazón humano porque solo Cristo es capaz de transformarlo para vencer la dureza generada por "la indiferencia y el egoísmo".
Ante miles de fieles reunidos en la explanada del Valle Faul, el Santo Padre explicó que en la primera lectura de este domingo, el profeta Isaías alienta a los "pobres de corazón" y anuncia que con el Señor, "todo renace y todo revive porque sus aguas beneficiosas irrigan el desierto".
"El ‘desierto’, en su lenguaje simbólico, puede evocar los eventos dramáticos, las situaciones difíciles y la soledad que no raramente marca la vida, el desierto más profundo es el corazón humano, cuando pierde la capacidad de escuchar, de hablar, de comunicarse con Dios y con los otros. Se hace uno ciego porque es incapaz de ver la realidad, se cierran los oídos para no escuchar el grito de quien implora ayuda, se endurece el corazón en la indiferencia y el egoísmo".
Pero ahora, dice Isaías, "todo está destinado a cambiar, esta ‘tierra árida’ de un corazón cerrado será irrigada por una nueva linfa divina. Y cuando el Señor viene, a los pobres de corazón de toda época les dice con autoridad: ‘¡Ánimo, no teman!", prosiguió el Papa.
Refiriéndose luego al pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús cura a un sordomudo, el Santo Padre afirmó que "podemos ver en este ‘signo’ el deseo ardiente de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, para dar paso a una nueva ‘humanidad’, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación y de la comunión con Dios".
"Una humanidad ‘buena’ –explicó el Papa– como buena es toda la creación de Dios, una humanidad sin discriminaciones, sin exclusiones para que el mundo sea verdaderamente y para todos campo de genuina fraternidad, en la apertura del amor por el Padre común que nos ha creado y nos ha hecho sus hijos e hijas".
El Pontífice oró también para que "¡Cristo, que en el Evangelio vemos abrir los oídos y desatar el nudo de la lengua del sordomudo, desbloquee tu corazón y te dé siempre la alegría de la escucha de su Palabra, el coraje del anuncio de su Evangelio, la capacidad de hablar con Dios y hablar así con tus hermanos y hermanas, y finalmente el coraje del descubrimiento de su Rostro y su belleza!"
Ante miles de fieles reunidos en la explanada del Valle Faul, el Santo Padre explicó que en la primera lectura de este domingo, el profeta Isaías alienta a los "pobres de corazón" y anuncia que con el Señor, "todo renace y todo revive porque sus aguas beneficiosas irrigan el desierto".
"El ‘desierto’, en su lenguaje simbólico, puede evocar los eventos dramáticos, las situaciones difíciles y la soledad que no raramente marca la vida, el desierto más profundo es el corazón humano, cuando pierde la capacidad de escuchar, de hablar, de comunicarse con Dios y con los otros. Se hace uno ciego porque es incapaz de ver la realidad, se cierran los oídos para no escuchar el grito de quien implora ayuda, se endurece el corazón en la indiferencia y el egoísmo".
Pero ahora, dice Isaías, "todo está destinado a cambiar, esta ‘tierra árida’ de un corazón cerrado será irrigada por una nueva linfa divina. Y cuando el Señor viene, a los pobres de corazón de toda época les dice con autoridad: ‘¡Ánimo, no teman!", prosiguió el Papa.
Refiriéndose luego al pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús cura a un sordomudo, el Santo Padre afirmó que "podemos ver en este ‘signo’ el deseo ardiente de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, para dar paso a una nueva ‘humanidad’, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación y de la comunión con Dios".
"Una humanidad ‘buena’ –explicó el Papa– como buena es toda la creación de Dios, una humanidad sin discriminaciones, sin exclusiones para que el mundo sea verdaderamente y para todos campo de genuina fraternidad, en la apertura del amor por el Padre común que nos ha creado y nos ha hecho sus hijos e hijas".
El Pontífice oró también para que "¡Cristo, que en el Evangelio vemos abrir los oídos y desatar el nudo de la lengua del sordomudo, desbloquee tu corazón y te dé siempre la alegría de la escucha de su Palabra, el coraje del anuncio de su Evangelio, la capacidad de hablar con Dios y hablar así con tus hermanos y hermanas, y finalmente el coraje del descubrimiento de su Rostro y su belleza!"
jueves, 3 de septiembre de 2009
FAMILIA IGLESIA DOMESTICA
La familia cristiana es una iglesia doméstica
A través de la educación cristiana, los padres, ayudan a sus hijos a ser más conscientes de su fe
La familia cristiana es una iglesia doméstica
"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lc 2,39-40).
La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica.
La familia cristiana es una comunión de personas, que reflejan la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Así como Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar a los hijos. ¡Qué gran dignidad tiene la familia que se asemeja a Dios en su obra creadora!.
La familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de seguir sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a todos cuantos le rodean. La familia cristiana también es misionera, pues querrá que otras personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios por todos.
También, la familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios, quien ha creado a la familia. Así, una familia que reza unida, permanecerá unida, pues juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como auténticos cristianos.
Con la oración diaria, es decir, platicando con Dios en todo momento, contándole todo lo que pasa entre la familia para así estar más cerca de Él, es como se va a fortalecer la unión y el amor que existe entre los miembros familiares. Y, si una familia está unida con Dios por medio de la oración común, el respeto a todas las personas (que somos imagen y semejanza de Dios) se vivirá continuamente, como Dios lo ha planeado.
Es muy bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios está presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la familia será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de fútbol, chismes, envidias,..., el comportamiento de la familia será de la misma manera.
La familia cristiana es privilegiada entre las que no son cristianas, ya que es llamada por Dios nuestro Padre a ser en donde se dé la educación en los valores cristianos como el amor, la ayuda mutua, el servicio a los demás y sobre todo, a seguir a Cristo como lo hicieron sus apóstoles.
¡Qué hermoso es encontrar familias que viven ese amor por los demás! ¡Qué felicidad se ve en los rostros de aquéllos que aman a Dios!
Cuando Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.
A través de la educación cristiana, los padres, ayudan a sus hijos a ser más conscientes de su fe
La familia cristiana es una iglesia doméstica
"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lc 2,39-40).
La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica.
La familia cristiana es una comunión de personas, que reflejan la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Así como Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar a los hijos. ¡Qué gran dignidad tiene la familia que se asemeja a Dios en su obra creadora!.
La familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de seguir sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a todos cuantos le rodean. La familia cristiana también es misionera, pues querrá que otras personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios por todos.
También, la familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios, quien ha creado a la familia. Así, una familia que reza unida, permanecerá unida, pues juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como auténticos cristianos.
Con la oración diaria, es decir, platicando con Dios en todo momento, contándole todo lo que pasa entre la familia para así estar más cerca de Él, es como se va a fortalecer la unión y el amor que existe entre los miembros familiares. Y, si una familia está unida con Dios por medio de la oración común, el respeto a todas las personas (que somos imagen y semejanza de Dios) se vivirá continuamente, como Dios lo ha planeado.
Es muy bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios está presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la familia será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de fútbol, chismes, envidias,..., el comportamiento de la familia será de la misma manera.
La familia cristiana es privilegiada entre las que no son cristianas, ya que es llamada por Dios nuestro Padre a ser en donde se dé la educación en los valores cristianos como el amor, la ayuda mutua, el servicio a los demás y sobre todo, a seguir a Cristo como lo hicieron sus apóstoles.
¡Qué hermoso es encontrar familias que viven ese amor por los demás! ¡Qué felicidad se ve en los rostros de aquéllos que aman a Dios!
Cuando Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.
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